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  • Writer's picturePrudencio Maritornes

Cuarteta en movimiento


No puedo conciliar el sueño por lo que no hice hoy: pendientes, cuitas eternas e incertidumbres, mas no importa, porque se asoman por mi memoria auditiva grandes personajes, semidioses a mis ojos, personificaciones vívidas del ritmo, trompos sin cuerda y con dos pies. La cadencia de las estrellas las hace casi inmortales después de extintas; en ese universo se encuentran con los motes de Pachito E’ Che, Angoa, Paquita disco y Sergio el bailador.



 

Pachito E’ Che


Un cuatacho antioqueño, medio chismoso, me viene a decir medio tostón de años después que Pachito E’ Che no era ni mexicano ni cubano, era bien paisano suyo. «Cállate los ojos», le digo, «si por el novecientos cincuenta y uno, siendo extra de una película dirigida por Gómez Muriel, oí su canción muy fresca en voz de Los Panchos y Toña la Negra, y más niña aún, bailada por Pardavé y Niní Marshall, pienso que fue hecha en La Habana ex profeso para ser trenzada por ese par; además, su letra evoca, sin duda, a este cómico».


Les cuento que creo que el colombiano tiene razón, la canción inmortalizada por el Bárbaro del Ritmo con la orquesta de Pérez Prado y versionada por los Skatalites, es entonada cada fin de semana por la hinchada del Deportivo Cali y tiene como protagonista a…:


Quién e’? Quién e’?
Se los voy a decir
Quién e’? Quién e’?
Lo tengo que decir
Quién e’? Quién e’?
Yo lo voy a decir
Quién e’? Quién e’?
Lo tengo que decir

Francisco Echeverry Duque fue dueño del hotel Granada en Bogotá, lugar donde se hospedaba el director de la orquesta de la hostelería, Alex Tovar, quien compuso el son paisa «Pachito E’ Che» a Echeverry en pago por su estancia. La primera versión de esta canción fue interpretada por Jorge Noriega y cuenta con el acompañamiento de la Orquesta del hotel Granada. Con el tiempo esta bella melodía se convirtió en el himno oficial de los Azucareros, sabrá dios si Pachito gustaba del futbol, lo que sí es seguro es que bailaba sabroso.



 

Angoa


«No es la boa es Angoa», le digo a los bisnietos de Pepe Bustos para que por fin cambien la letra de esa canción, aunque se niegan porque suena a albur. «La boa» es una canción tropical que acompaña la fama de la Sonora Santanera, cuya composición está firmada por Carlos Lico, familiar de Guty Cárdenas, mas pocos saben que es una reformulación del danzón cubano «Angoa», de Felix Reina, el cual estaba dedicado al danzonero mayor, Ricardo Benedit Varela.


En la Habana quién ya no conoce
A un magnífico bailarín
Anda siempre muy bien vestidito
Que parece un maniquí

Ricardo Benedit Varela, Angoa para los que lo admiramos, me contó días después de que inauguró su club de baile que la llave de la salud física y anímica se encuentra en el bien vestir, distinguido de figurín, y bailar buen danzón. De lado siempre estaba su yoruba, aunque las malas lenguas decían que su fortuna se debía a que era babalawo; a esos locuaces les comento que yo estuve cuando Orunmila, deidad de la santería, le pidió clases de baile. A saber, la sabiduría viene de mover los pies.



 

Paquita Disco


A Francisquilla la olvido bailando en el Estudio 53 de Ciudad Satélite y en el Equss, era una sonrisa y sudor. Cada jueves, viernes y sábado por la noche —después de la emisión de Fiebre del 2, escuchar la voz de Mario Vargas que la hacía temblar y aprenderse pasos nuevos— se movía al compás de 4/4, grato también a mis oídos por la alegría que emanaba y esa incursión de ritmos latinos que hacían sacudir mi artritis prematura.


Pienso que Paquita llegó a oídos de La Lupita por la memoria de algún tío pachanguero, que retrataba cronológicamente cómo se emperifollaba para la noche de baile la que alguna vez robó sus sueños en la discoteca: Dance all night baby, dance all night. “Para gozar hay que bailar” era el lema tántrico que decretaba Panchi antes de su primera incursión en la pista, a la vez que miraba sobre el hombro a los nacientes discolocos que envidiaba por su autenticidad, ella era medio popoff de pensamiento.


La última noche que brilló se encomendó al Travolta de su pared, tomó un taxi pirata que la llevó al piélago de su última alegría. La vi llegar, la vi ser el blanco de los hados: esa noche le tocaba ser la víctima de un malentendido entre madrinas y tiras musicalizado por el Everybody dance in Acapulco de JuanGa. Nunca conoció el mar.



 

Sergio el bailador


Guadalupe Esparza, compositor de esta canción, conoció a Sergio en los primeros recitales de Bronco, cuando la agrupación no daba para un trabajo de tiempo completo. Checo, asistente confiable de todos los bailes de la Sultana del Norte, conoció a los Bronco por la radio, la estación 95. 5 de frecuencia modulada; el Cabrito Sombrerudo se los presentó.



Ruperto el Tuerto me contó que Sergio tenía ascendencia árabe, era cristiano y le gustaba bailar, pero que también tenía problemas de sueño: a veces, los días buenos, dormía una o dos horas y media; los día malos se acumulaban por docenas, lo que hacía que el regiomontano tuviera episodios de fantasía y alucinaciones que lo movían a ritmo ambiente, sinrazón que atraía a las damas norteñas por original. Las canciones guapachosas de Bronco fueron su mejor medicina por mucho tiempo, hasta que tuvo que recurrir a la quebradita y la cumbia tejana para mitigar su mal. Según Ruperto, Sergio es ahora un cuentacuentos infantil, los sueños que nunca tuvo son los protagonistas de las historias. No deja de bailar el cabrón.


Fotografía: Nicolás Aguilar (Filomeno Mata, Centro, Ciudad de México, 2019)


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