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  • Silvio Astier

Amistad, soy yo

Por: Silvio Astier


Toda mi vida he sido un mal amigo, de tal manera que me es difícil hablar sobre la amistad. Sin embargo, invitado a escribir por un viejo amigo, he decidido escribir respecto a este tema, movido, quizá, por algún tipo de remordimiento o por haber llegado a tener una razón, que no lo justificaría del todo, para haber sido un mal amigo.


Arriba he afirmado que un viejo amigo me invitó a escribir, pero, ¿realmente tengo amigos? Esa respuesta para mí es muy clara: no, no tengo amigos y no suelo fomentar los vínculos amistosos que pudiesen establecerse en la escuela o en el trabajo. Es más, suelo romper cualquier lazo que me une a la gente en cuanto la circunstancia que nos aproxima desaparece: final de semestre, final de carrera, fin de un ciclo laboral. No, no tengo amigos aunque, y al afirmar esto me avergüenzo, muchos sí me consideran uno suyo.


No tengo amigos porque no soy un buen amigo. Rompo los vínculos, me desaparezco y no puedo mantenerme al lado de aquellos que me brindaron alguna expresión sincera de amistad y cercanía. Actualmente, en el trabajo, prefiero estar solo y me incomodo cuando algún compañero se aproxima con el afán de charlar. Procuro alejarme de los espacios de convivencia y, al volver a casa, evito coincidir con profesores que siguen la misma ruta para volver a casa. Declino las invitaciones a fiestas, reuniones y cualquier tipo de celebración, pues prefiero quedarme en casa o salir por mi cuenta a algún sitio que me interesa conocer.


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He sido franco al declarar todo lo anterior y espero que mi sinceridad no pase por cinismo, pues carecer de amigos no necesariamente es algo que pueda ser motivo de orgullo. No, si no tengo amigos es porque no soy recíproco respecto al interés que otros muestran en mí, respecto al cultivo y cuidado de esa relación que anula el natural aislamiento de los hombres, aunque sea temporalmente. Sí, creo que, mesurada adecuadamente, mi actitud revela egoísmo.


Entonces, si todo se reduce al egoísmo, ¿puedo continuar escribiendo sobre algo que me he negado conocer y fomentar, como la amistad?, ¿puedo dar una razón distinta que explique mi actitud antipática y me otorgue algún tipo de excusa? Si decido continuar, este texto tomará la forma de una confesión.


***


Cierto día de mi infancia, los niños del barrio donde crecí decidieron gritar en la puerta de la casa de mis abuelos, donde yo vivía desde hacía unos años. Gritaron mi nombre y mi madre me permitió salir a la calle a jugar con ellos. Al principio me resultó emocionante y divertido, pues dejaba de jugar solo, comenzaba a conocer a otras personas y salía a la calle. Sin embargo, tan pronto las salidas se volvieron costumbre y todos nosotros pasábamos el tiempo juntos, una sensación creció en mi interior y después de muchos años se convirtió en una idea, en una certeza y, finalmente, en la razón que explicaría por qué he sido un mal amigo siempre.


Conforme conocí a mis amigos de infancia, tuve la impresión de no poder ser entendido cabalmente. No hablo de ideas elaboradas o sentimientos profundos, no. Tenía la sensación de ser aburrido o, simplemente, de hablar o comentar cosas que a nadie le resultaban oportunas o importantes. Esto, sin embargo, no afectó la relación que tuve con el barrio, pues decidí dejarlo en un segundo plano. De esa manera, todo continuó y hasta el día de hoy, al volver de visita al barrio, puedo aproximarme y charlar amenamente con mis amigos, siempre que omita hablar de las cosas que me parecen importantes o que me apasionan.


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Creo que esa es la razón por la que evito tener amigos, porque en algún momento de mi juventud, durante la universidad, me di cuenta que debía mantener a un lado las cosas que me importaban para evitar sonar y sentirme aburrido o ridículo, o fuera de lugar. No obstante, al tener la certeza de estar siempre en fuera de juego, decidí guardarme las cosas más preciadas, de manera que esto me llevó a un aislamiento que, lejos de ser doloroso, podía ser reconfortante pues sabía que nadie era capaz de tener al menos una idea de quién era yo realmente. El aislamiento pudo ser entonces libertad, aun cuando tuviese que sacrificar o eliminar cualquier vínculo de amistad, aun cuando tuviese que ser un mal amigo.


¿Puedo hablar sobre la amistad sin tener ningún amigo? Sí, tengo derecho a hablar de la amistad porque esta tarde calurosa, este encierro, estos días, transcurren al lado de mi mejor amiga, quien está sentada frente a mí desde hace ya cuatro años.


Fotografía: Nicolás Aguilar (Agua Clara, 2007)

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