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  • Writer's pictureJ. C. Colón Gurrola

Dostoiewsky

Querido, y qué me dices del señor Фёдор Миха́йлович Достое́вский


—Que no para de nacer (desde hace dos centenas de años) a los ojos lectores, aquellos que diario abren una de sus obras para buscar eso que dicen que hay en ellas, y así se van de Los Hermanos Karamazov a El Idiota, regresan a Los Demonios y dicen terminar con Memorias del subsuelo, pero nunca llegan a ese punto final de la última hoja, porque nada más no se puede, porque, a veces, no se quiere. Y ahí nos encontramos con los lectores de siempre, aquellos que ven a los personajes del escritor ruso como ascendientes de tipos vecinos y desconocidos, los ven en personajes de película del siglo XXI: pusilánimes, atormentados o dichosos. A todos se nos aparecen.


Dostoyevski es también filósofo, ido, vuelto, poeta, psicólogo, político, cuestión de otro cantar sería detallar. Un crítico literario de las Américas hizo una equiparación entre la literatura rusa y la argentina, diciendo que se tocaban en un sentimiento lúgubre que no recuerdo cuál es, en especial empataba a Dostoiewsky con Arlt.


La escena que más recuerdo de haber tanto leído es el inicio del capítulo VI de La Mansa o La Sumisa, a según la traducción, “Un recuerdo espantoso”


Y dice así:

VI
Un recuerdo espantoso
Recordemos ahora algo espantoso…
Creo que me desperté antes de las ocho, ya bien de día. Me desperté lo suficiente para tener conciencia de lo que pasaba, y abrí los ojos. Mi mujer estaba junto a la mesa con el revólver en la mano, bien ajena a que yo acababa de despertar y la observaba. Y de pronto vi que cautelosamente se acercaba a mí empuñando el arma. Cerré los ojos y me hice el dormido.
Llegó a la cama y se inclinó sobre mí. Yo lo oía todo. Reinaba un silencio de muerte, pero yo oía el silencio mismo. De pronto se produjo en mí un movimiento convulso e involuntario y abrí los ojos. Ella me los estaba mirando, mirando fijamente, mientras acercaba el revólver a mi sien. Nuestras miradas se encontraron, pero no nos miramos más que un momento. Con un esfuerzo volví a cerrar los párpados y decidí al propio tiempo permanecer en una inmovilidad absoluta, sin abrir los ojos, sin importarme lo me aguardaba (…)
Traducción de Alfonso Nadal

Y eso te digo.


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