En octubre de 1950, Alan Turing, el famoso científico que participó en la creación de La Bomba, máquina con la que los ingleses lograron descifrar los mensajes del nazismo en la Segunda Guerra Mundial, publicaba un trascendental artículo para el desarrollo de la computación y la inteligencia artificial. Computing Machinery and Intelligence parte de una cuestión epistemológica que aún no logra quedar del todo resuelta: ¿Qué es la inteligencia?
El problema planteado por Alan Turing iba más allá de la definición de las capacidades intelectuales. Turing buscaba simular el funcionamiento del cerebro humano, entender la esencia de su pensamiento y así lograr que las computadoras realizaran operaciones que no parecieran mecánicas. «Al final del siglo, el uso de las palabras y la opinión se habrán modificado tanto que podremos hablar de máquinas pensantes sin esperar que se nos contradiga.»
Setenta años después, la asistencia virtual, como Alexa, de Amazon, confirma las intuiciones del gran científico inglés. Sin embargo, la pregunta sigue en el aire: ¿Las máquinas pueden o podrán imitar el pensamiento humano? En 2016, la casa productora hbo publicó la serie televisiva Westworld, escrita y producida por Jonathan el literato Nolan y su cónyuge Lisa Joy.
A través de una poética del western y a partir de una narrativa tomada de los juegos de rol, Westworld es una historia que se desarrolla en tres temporadas y aborda temas propios de la ética, la psicología y la tecnología. Un grupo de robots, cuya actitud se empata con los seres humanos, busca su libertad. Estos seres experimentan sentimientos, sensaciones, emociones y se cuestionan su realidad. ¿Cómo las máquinas reflexionan en su naturaleza y concepción?
En un esquema piramidal, donde la memoria, la improvisación y la autopercepción constituyen la base de la consciencia, la androide Dolores tiene el propósito de desprenderse de su hado, es decir, dejar atrás quien fue y forjar un nuevo destino. Al son de piezas icónicas como «Paint it black» o «Seven Nation Army», Nolan nos conduce a un mundo regido por la violencia y la deshumanización.
Si en 1984 Ray Bradbury planteaba que la ciencia ficción para ser ciencia ficción, no debía exclusivamente retratar los avances tecnológicos, sino demostrar que el ser humano mantenía su espíritu corrupto a pesar, precisamente, de este desarrollo científico, la serie Westworld se ajusta a este paradigma distópico. ¿Acaso la ciencia tiene el fin de transformar la naturaleza humana?
Westworld es un drama televisivo que nos invita a la reflexión. Contrapuntos, efectos especiales, y Ramin Djawadi crean una atmósfera subjetiva e impresiones sobre el avance tecnológico, la inteligencia artificial y el futuro cuántico que nos depara.
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