top of page
  • Manuel Sánchez

El deber de no escribir nada

Hubo un tiempo en mi juventud en el que deseaba fervientemente ser un poeta y, siguiendo ese deseo, en ese entonces sincero, hice todo lo que estaba en mis manos para lograrlo. En realidad no es difícil volverse un poeta, basta con tomarse la vida demasiado en serio, con hacer de cada decisión una cuestión de vida o muerte, de blanco o negro. En pocas palabras, jugar al todo o nada, ser radical y no arrepentirse nunca. Pensar de manera absoluta siempre.


Sin embargo, me equivoqué. Podía pensar como poeta, actuar como dicen que debe actuar un poeta, escribir verso tras verso en libretas o en hojas sueltas y servilletas, y leer o estudiar literatura para tener una “formación”, pero, en realidad, nada de eso sirve para ser poeta o para escribir poesía, porque ya no se puede escribir poesía en este momento, porque ya no hay literatura alguna que pueda desarrollarse en el momento actual en el que vivimos. Me explico con la brevedad necesaria para estos días en que todo debe ser breve.


El arte, para ser arte, debe ser ante todo técnica y en eso no veo ninguna dificultad. Como cualquier oficio, el poeta puede aprender a escribir versos leyendo a los antiguos poetas y a los no tan antiguos críticos; puede hallar una voz y lograr expresarse de manera bella. No obstante, esto no será suficiente para ser un poeta o para escribir poesía.


Y no será suficiente, porque el arte no sólo es técnica ni imitación, aunque es la imitación la mejor manera de aprender a escribir versos. La poesía, la literatura, el arte en general, es testimonio, es la más bella manifestación de la conciencia, del saberse vivo y mortal. Concebir el arte como testimonio, además, implica que hay algo que comunicar, que decir, que tenemos algo que dar a los demás o la posteridad y que ese algo es valioso. El verdadero arte nos vincula a otro ser humano y nos permite escuchar su voz, a pesar de que entre el artista y nosotros medien años, siglos o milenios, porque lo que tuvo para decirnos sigue vigente y nos permite entender nuestra vida y eso lo torna bello. Si bien todos podemos estar conscientes de nuestra existencia, no todos, o más bien nadie, en estos tiempos, tiene nada que testimoniar o comunicar a la posteridad, nada tenemos que justifique nuestra existencia, ni mucho menos nuestra “obra”.


Los tiempos actuales, vanos, vertiginosos y obscenos, no permiten que exista el arte, no permiten que tengamos algo que comunicar a los demás, porque nuestras vidas son como nuestros tiempos, vanos, vertiginosos y obscenos. Existimos y sabemos que existimos y que dejaremos de hacerlo en un momento, pero no hay nada en nuestra vida que sea digno de comunicar, más allá de nuestro hastío, nuestra depresión crónica y nuestro infantilismo permanente. Por esa razón no puede haber poesía verdadera, arte auténtico y perenne, porque a lo mucho sólo podemos aspirar a ser excéntricos, a ser un remedo de artista, a engañarnos y engañar a los demás con nuestra sensibilidad de postín y nuestros versitos tristes.


Varias personas me han dicho que cuento con algún tipo de habilidad para la escritura, cosa que yo dudo completamente; pero aún si fuese así, por vergüenza, sabiendo que no tengo nada que decir, considero lo más sensato y digno el no escribir nada.


Fotografía: Juan C. C. Gurrola, El apartamento (Ciudad de México, 2020)

29 views

Related Posts

See All

Alfonsina

Comments


bottom of page