top of page
  • Writer's pictureHumberto Calles

El vórtex del placer infinito

Los alcances de la revolución digital son mayúsculos. Contamos en casa con dispositivos que nos permiten acceder a nutridas videotecas en línea desde la comodidad de nuestro sillón. A tiro de piedra podemos seleccionar un material audiovisual entre miles: desde el escalón diecinueve podemos contemplar el todo, a partir de una diminuta circunferencia. El Aleph borgiano.


A la gente del siglo actual nos queda claro que las plataformas como Netflix, Prime o HBO son microcosmos que funcionan bajo sus propias leyes. Puesto así, ¿qué tan cierta es nuestra potestad para elegir lo que queremos ver? En un juego de falsa libertad y albedrío, empleamos siempre algunos minutos para seleccionar tal o cual serie, película o dibujo animado; no obstante, llegamos indefectiblemente a la triste verdad de que los acervos de estos blockbusters son amplios, pero ceñidos y hasta cierto punto editorializados.


A nadie lo toma por sorpresa la noticia de que el motivo quizás más recurrente de los materiales audiovisuales exhibidos en estas plataformas de invención e inversión estadunidense es el de la Segunda Guerra Mundial. Es muy probable que este momento histórico sea el leitmotiv más explotado por Hollywood a partir de la guerra misma, pues en los años treinta del siglo XX ocurrió un eficaz despliegue de las técnicas y la tecnología cinematográficas, lo cual permitió la producción de una propaganda feroz del poderío militar y la actitud invasiva de aquel país norteamericano.


No resulta del todo evidente por qué el cuerpo ideológico más grande de los Estados Unidos siga valiéndose —bien entrado el siglo XXI— de estos revivals, sin embargo podemos inferir que esta fuerza retrógada encuentra su sustento en una especie de vórtex de nostalgia y permite forjar una identidad ante el mundo que no necesariamente corresponde a la realidad.


Sabemos que el inicio del siglo XX estuvo marcado por un aliento optimista sobre el porvenir, motivado por los fuertes cambios económicos y políticos que la segunda Revolución Industrial trajo consigo, y sabemos también que el estilo del siglo actual se caracteriza por el miedo, el terror y el desencanto: en apenas veinte años hemos visto resurgir regímenes nacionalistas e invasiones neocoloniales, así como xenofobia, migraciones y urbicidios.


Estos tristes sucesos nos muestran que los ideales de derecha que movían al mundo allá por 1930 siguen vigentes. Entonces, ¿por qué revivir la Segunda Guerra Mundial, particularmente la potencia armamentística del país “triunfador”? Por un lado, estos revivials tienen un afán apologético, en su bífida significación: defensa y alabanza, justificar un magnicidio infame. Asimismo, dan cuenta de la tradición militar que existe en Estados Unidos, cuyo ejercicio presupuestario en gastos militares podría ascender en los próximos años a $750,000 millones de dólares.


De igual manera, las películas y series que utilizan a la Segunda Guerra Mundial como escenario de grandes proezas marciales tienen la doble función de establecer y perpetuar la cultura del miedo a la que Dominique Moïsi hace referencia en La geopolítica de la emoción (2008): Estados Unidos como imperio, a fuerza de intervenir e invadir.


En su libro póstumo, Zygmunt Bauman inauguró el término “retrotopías” para explicar cómo el hombre se refugia en utopías que se proyectan en un pasado idealizado. En un inobjetable ensalzamiento de la época bélica del siglo pasado, EU resucita la llama de la violencia, de la subyugación y el exterminio, para instaurar un heroísmo falso o, en todo caso, reeditado.


Que quede claro: EU y su brazo de control ideológico nos venden una interpretación y una reelaboración de un momento histórico en concreto que ha perdido su veracidad y su anclaje con la realidad misma. La Segunda Guerra Mundial de Hollywood es una suerte de resignificación o reescritura de la Historia.

Lo que Hollywood quiere decirnos es que el presente no existe y que no hay futuro.


A tono con su personalidad destructora, este influjo conservador de los EU ha aniquilado la fe y la esperanza, y rechaza la capacidad de evolución de la humanidad, como lo comprueba el hecho de que en el pasado quedaron las mejores épocas (“Todo tiempo pasado fue mejor”).


Según la visión hollywoodense de la Historia, no existen los cambios, los avances ni el progreso, estamos anclados en algún punto del pasado y todo se repite incansablemente. Para el cine estadunidense, la Historia es un eterno loop donde el Capitán América, con su traje azul y rojo con estrellas, derrota a las malvadas fuerzas del pernicioso Red Skull…




94 views

Related Posts

See All

Comments


bottom of page