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  • Silvio Astier

La muerte de Mirko Saric

Por: Silvio Astier


Un accidente no es pecado

Y no es pecado estar así

Maradona Blues

I


Mirko nació en 1978 en la ciudad de Buenos Aires, capital de la República Argentina. Como su nombre lo indica, Mirko Saric fue hijo de inmigrantes croatas y, por lo tanto, perteneció a esa clase de argentinos cuyo origen se sitúa en una travesía primigenia, casi mítica, el nebuloso origen del mundo para muchos individuos que poblaron y pueblan aquella ciudad del sur. Sin embargo, no seré yo quien ahonde en un tema que desconozco y que quizá es ya un lugar común, como lo es la inmigración en Argentina, así que dejaré esto a un lado.

II


A decir verdad, escribo sobre Mirko a pesar de desconocerlo completamente. Nunca lo vi en el campo de juego y de su historia apenas tuve noticia hace algunos meses. Mucho de lo que aquí escribo sólo es un artificio, el producto de mi imaginación, la proyección de mis ideas y de mi estado de ánimo. Pienso que el suicidio de un futbolista joven y talentoso puede ser una imagen tan trágica y bella, o su belleza está en lo que tiene de trágico, que vale la pena el intento de escribir sobre ella, razón por lo cual estoy aquí.

III


Trato de imaginarlo a Mirko cuando era niño, ¿se puede manifestar en la niñez el destino de nuestra vida? Trato de imaginarlo y aparece en mi cabeza la imagen de un niño meditabundo, quizá solitario o no, pero sí pensativo. Un niño normal, en una ciudad latinoamericana, en un barrio común y cuya vida transcurre a pesar de todas las vicisitudes que puedan rodearlo a él y a su familia. Pero habrá ciertos momentos en que aquel niño permanezca en silencio, tal vez sólo instantes, para poder percibir aquella voz que apenas entiende.

IV


Si algo puede caracterizar a los argentinos y a los uruguayos, al punto de convertirse en un lugar común, es el vínculo sentimental que establecen con el fútbol en general y con un equipo en particular. Y nuevamente hago patente mi ignorancia y mi incapacidad para llevar a cabo un análisis sociológico o psicológico, pero tengo la impresión de que el fútbol es la posibilidad de sentir arraigo y pertenencia, de saberse alguien a partir de los colores de una camiseta, de conocer y nombrar su origen a partir del nombre de un potrero o un estadio. Por esta razón, que Mirko haya crecido junto a la pelota y se haya desarrollado como futbolista en las inferiores de San Lorenzo, no es ninguna sorpresa, y tampoco lo es que sólo haya militado en este club, que los recuerdos que se tienen de él en la cancha estén vinculados para siempre al Ciclón.

V


A pesar de todo lo que actualmente es y representa el fútbol, es imposible eliminar o alienar el placer que puede sentir cualquier persona que disfrute de jugarlo. En ese sentido, no me resulta difícil imaginar la alegría que Mirko sentía, o sintió en algún momento, al patear una pelota. Marcar un gol, incluso cuando nada hay en juego, es decir, cuando no se compite ni se gana dinero por hacerlo, es lo más cercano a una felicidad infantil, pura e ingenua, razón por la cual sonreímos al conseguirlo. Hay que mirarlo a Mirko en el año 98 en Mar del Plata, hay que mirarlo bien porque era feliz.

VI


Lejos estoy de pretender vincular el mundo intelectual con el fútbol, pues considero que hacerlo, unir el fútbol a las ideas, a lo intelectual no es sino una manera de sentirse aristócrata en un ámbito que es plenamente popular, como si se le dijera a la gente que incluso eso, el fútbol, requiere del mismo refinamiento que una ópera o una pintura para poder deleitarse con él. Sin embargo, la historia de la breve vida de Mirko Saric me hace recordar la historia de al menos tres personajes de la literatura argentina, por no decir de la literatura bonaerense. La vida de Mirko es la vida de aquel Martín melancólico de Sobre héroes y tumbas, la vida meditabunda y sensible de Adán Buenosayres, y el violento fin de Augusto Remo Erdosain. Los cuatro personajes son el producto auténtico de una ciudad como Buenos Aires.

VII


Paradójicamente, la vida de un futbolista argentino siempre se desarrolla a partir de la esperanza de salir a Europa. Es una paradoja porque, como ya lo señalé, el fútbol en ese país es una manera de encontrar arraigo y, al mismo tiempo, implica la necesidad de volver a la tierra de sus ancestros. Según afirman, Saric pronto saldría de San Lorenzo hacia un club europeo y su valor en el mercado futbolístico rondaba los diez millones de dólares, pero en 1999, en diciembre, la rotura de los ligamentos de la rodilla izquierda fue la señal por todos ignorada, el anuncio de algo que vendría meses después y que sería irreversible.

VIII


Vuelvo a imaginarlo a Mirko a los 20 años y sé que quizá nunca dejó de ser aquel niño melancólico y pensativo, porque difícilmente podemos dejar de ser aquello que fuimos al inicio de nuestra vida. Quizá a veces podemos aparentar y guardarlo, incluso ignorar lo que en realidad somos, hasta que algo se rompe abruptamente y no siempre podemos unirlo de nuevo. Tal vez Mirko, como Martín o Adán, contempló el mundo, las personas y los objetos que lo rodeaban, y se dio cuenta de que algo faltaba, que la voz que antes oía y no lograba comprender había desaparecido, que el silencio estaba allí, el vacío.

IX


El 3 de abril del 2000, según lo relata en una entrevista, Ruggeri, campeón mundial con Argentina en 1986 y que en ese momento era el entrenador del equipo, tuvo una charla con Mirko. Esta charla resultó sorpresiva para el entrenador, porque no tenía nada que ver con planteamientos tácticos, con problemas en la cancha, no tenía nada que ver con fútbol. Muchas veces, cuando estamos inmersos en nuestros pensamientos, cuando algo está roto dentro de nosotros y experimentamos el vacío y el miedo que éste nos produce, al no poder dejar las ideas fijadas obsesivamente, tendemos a hablar con los demás en un lenguaje que no es claro para los otros, pero lo hacemos porque esperamos de ellos una respuesta, algo en qué anclarnos para dejar de sentir el vértigo de una caída, la confusión y la desesperación de sentirnos en un laberinto. Y eso mismo lo hizo Mirko antes de morir: le declaró a Ruggeri que nada tenía sentido.

X


Mirko tomó una sábana y la anudó a su cuello y decidió colgarse. Su madre descubrió su cuerpo y ese fue el final de un jugador de fútbol que, según dicen, lo tenía todo, era hermoso y joven, habilidoso y con un futuro prometedor, pero había perdido algo vital, algo que incluso impedía sentirse feliz en la cancha, a pesar de hacer goles. Tal vez se había perdido él y no había manera de rescatarlo, porque no hay manera de hacerle recuperar la fe a alguien que se ha dado cuenta que no hay sentido, que la vida y la realidad carecen de algún orden, de algún destino, porque no hay nada detrás. Todo suicida, como Erdosain, anhela vivir, pero no puede con la certeza de saber que se debe vivir sin sentido.


Mirko Saric hacia el año 2000

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