top of page
  • Writer's pictureCárdenas

¿Por qué ansío regresar al estadio?



Se estima que alrededor de 270 millones de personas en el mundo juegan futbol. Su popularidad reside en que se necesita de muy poco para practicarlo. De hecho, para jugar futbol, ni siquiera hace falta una pelota. Por ejemplo, cuando estaba en la primaria, mis amigos y yo pateábamos un envase de frutsi aplastado, relleno de papel o lodo. Para jugar futbol se necesita algo para patear y, de vez en cuando, una pizca de imaginación.

El germen del futbol actual, lo mismo que del rugby, del futbol americano y del futbol australiano, se encuentra en un juego violentísimo del siglo XIV llamado «futbol de carnaval». Por esa llana ascendencia, el futbol es un fenómeno de lo más medieval. En su sangre corre la cultura cortesana y caballeresca, la alegría por el combate y el torneo, el gozo por las fiestas y los festines, el placer por los desfiles, el juego y el espectáculo. ¿Quién no ha vivido en el estadio un auténtico carnaval?

Baste presenciar el prólogo de un partido, donde la comida, la música y la cerveza comulgan para estimular nuestros sentidos y anunciarnos lo que se viene. Dentro del estadio, el futbol nos recuerda que las disputas pueden ser reglamentadas, y que la violencia puede y debe quedar enmarcada por la táctica y la disciplina, el autocontrol. Salvo que se juegue contra el América, el Real Madrid o algún otro gigante del deporte balón…

A mi modo de ver, el futbol es como un poema épico en octavas reales, con versos heroicos y enfáticos, el círculo de gracia y de belleza, música y repentinos resplandores. Nosotros, los lectores, nos sumergimos en la narración y sentimos que formamos parte de ella: en el estadio, yo soy yo, pero también el delantero que cobra un tiro libre en los linderos del área y coloca el balón en la esquina superior del arco. En el estadio, yo sé quién soy.

A los que nos gusta el futbol, nos gusta por la intensidad que este juego transmite. En los partidos llaneros, en los partidos de la escuela y en el estadio, un ser extravagante y colectivo se apodera del pambolero. Ataviado con tenis, pantalones de mezclilla y una playera medio roída, este ser colectivo corre, grita, empuja, truena cohetes y hace sonar los tambores como una arenga primitiva. Cuando menos un día a la semana podemos ver cómo se cumplen nuestras aspiraciones de goce terrenal.

52 views

Related Posts

See All

Rayos

Comments


bottom of page