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  • Writer's pictureJ. C. Colón Gurrola

Para volver a amar

Al darme cuenta, diez años después, de que en el año dos mil no se acabaría el mundo, se nubló con incertezas mi presente y futuro (a quién le miento, no le echaré la culpa a Nostradamus de mis malas decisiones), mas un faro me ayudó a encontrar tierra y a descansar el viaje de ventiunas primaveras, ni que fuera Odiseo. Ese año concluí malamente el sexto semestre, de ocho, de mi carrera licenciada (que se convirtieron en catorce mil, shhh); en agosto iniciaba el séptimo con esos ánimos que da el comienzo de clases e hice promesas a diosito, a la universidad y a mí de no atrasarme con lecturas ni tareas. Lo siento, para septiembre odiaba al mundo y me quería morir; sin embargo, sin embaaargo, les cuento que para bien de mis males llegó Para volver a amar, melodrama de la televisión mexicana, que fue mi paliativo en gotas oculares para librarme por una hora —los comerciales valen— de malos pensamientos y cuánto vale una hora en un jovie...



I


Pienso que vale mucho. 


Para volver a amar fue transmitida por primera vez el 12 de julio del 2010 y es una adaptación de la telenovela colombiana El último matrimonio feliz. Producida por la dupla Giselle González y Roberto Gómez Fernández, se emitió en un horario inusual para su temática (cinco de la tarde), más próximo a la programación infantil o a Ventaneando; este detalle no impidió que se hiciera de una audiencia significativa. 


A diferencia de otras telenovelas, esta comienza por lo que podría considerarse el final: la boda de cinco de las seis parejas protagonistas y sus primeros aniversarios, además, con un guiño a las fortalezas y debilidades de las seis actoras.  Así como yo en esos tiempos, alrevesado, al principio ese primer capítulo se me figuró difícil de entender, pero pronto me di cuenta de que el viaje interior era la clave de lectura, entonces por qué no empezar con el final feliz.


Varias cualidades hacen único a este cuasi culebrón, por ejemplo, pausas narrativas que insertan una dramatización del pensamiento de los personajes y así muestran cómo funciona una parte de su mente, la que controla sus respuestas y reacciones arrebatadas; este recurso da mucha personalidad, tanto a la serie como a los protagonistas. Ahí me veía yo, o cualquiera puede verse ahí, pues esas pausas son los momentos en que contamos hasta diez para ceder o para no lastimar a los otros, también pueden ser el monólogo interior que representamos como actores experimentados y que nos libra de malas decisiones. Esos intervalos son el reflejo de una realidad que preferimos ocultar o no ver. 


Esa realidad se presenta en cada una de las duplas querendonas que estelarizan el drama, la cuales bien podrían encarnar a muchas parejas que conocemos (o somos). Ahí tenemos a los amorosos inseguros y domadores de adversidades, Antonia y Patricio (Rebecca Jones y René Strickler); la aparente pareja perfecta que vive de violencia psicológica, representada por Valeria y Braulio (Nailea Norvind y Alejandro Camacho); el matrimonio de la mujer abnegada y el hombre infiel, eterno ojo alegre (no es burla), caracterizado por Rosaura y Rolando (Zaide Silvia Gutiérrez y Jesús Ochoa). Como representantes del padre haragán y la madre incansable, vemos a Yorley y David (África Zavala y Flavio Medina); en el papel de la mujer ambiciosa y el hombre bondadoso que peca de ingenuo tenemos a Maité y Jorge (Sophie Alexander y Mark Tacher); y la pareja donde los celos, el maltrato físico y el alcoholismo son el pan de cada día está personificada por Bárbara y Jaime (Alejandra Barros y Juan Carlos Barreto); a este par súmenle la suegra enemiga.*


Recuerdo cómo capítulo a capítulo yo quería tener la fuerza de cada una de las protagonistas, y al igual que ellas superar mis temores, hacer cosas no solo por beneficio propio, sino por el prójimo, enfrentar y burlar las murallas que nos ponen los otros o nos ponemos a nosotros mismos. Justamente aquí veo su principal virtud, no en el lema de la serie propuesto por Wikipedia (“el amor sobrevive todas las adversidades”), sino en dar importancia al empoderamiento femenino y no solo hacer visible y criticar la situación de la mujer en la sociedad mexicana.**


Las mujeres de esta historia vivieron lo que tenían que vivir durante 146 episodios para darse cuenta de quiénes eran, para descubrir su felicidad. Cada una luchará por encontrar independencia emocional, autoestima y una certeza económica, además se darán cuenta de la valía de su persona, pues sus parejas dejarán de ser el centro de atención.


El opening de la novela y la novela misma están vigorizados por el tema de Kany García, “Para volver a amar”, sencillo de su segundo álbum Boleto de entrada, canción a la medida, muy sentida, que me hacía llorar sin saber lo que iba a pasar en el capítulo. Desde los primeros acordes percibía el valor de la telenovela, recordaba escenas, por qué odiaba o empatizaba con tal o cual, era como entrar en un ensimismamiento que encueraba y ponía al tiro todas las emociones del universo sideral, y más allá.



Y ahí estaba, al cinco para las cinco de la tarde, comiendo, empezando a comer o terminando de comer. El horario mixto que había elegido para ese semestre, con la finalidad de ponerme al alba con mis materias, se convirtió en matutino con algo de remordimiento; no obstante, ese sentimiento desaparecía lo que duraba la novela. No pocas veces me ensimismaba y perdía el hilo de lo que pasaba en el televisor, por culpa de escenas que lo incitaban. Eso me permitía ver mi estado emocional, saber por qué me sentía triste. Éste fue uno de los beneficios de este drama en mi persona, si digo que era una terapia psicológica no se enojen. Para esos tiempos era ajeno a mi familia y a mis amigos por decisión propia. Así como cuando te gusta mucho un libro o una película y no paras de releer o volver a ver, así yo revisitaba capítulos enteros para sentir la felicidad, la frustración y la tristeza que me ayudaban a soportarme (para ese entonces Gilmore Girls ya no furulaba). 


II


Años después la volví a ver al mediodía en una edición recortada, que duraba dos horas con comerciales. Entonces caí en cuenta de lo que significó en mi vida, porque la vi por primera vez en el momento que empezaba a lidiar con mostros, sin yo saberlo; comprendí por qué me adentré en la historia y la sentí tanto, por qué lloraba, me enojaba y me frustraba por lo que hacían los personajes, como si un portero manco defendiera la portería de mi equipo o estuviera frente al cabello de mi sopa de codito. Entendí que Para volver a amar es un viaje interior que todos deberíamos hacer de vez en siempre. 




*También, retrata la homosexualidad y la visión tradicionalista que se tiene de ésta en el trío amoroso conformado por el estilista Renato (¡qué actuación la de Édgar Vivar!, quien se aleja de la caricaturización empleada por muchas telenovelas para los personajes gay), el chalán Alcides (el exMercurio Alex Sirvent) y el creo chichifo, o acompañante, Pável (Ricardo Guerra).

**Este tema se había empezado a tratar meses antes en Las Aparicio, pero en esta telenovela fue más allá.


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